Recensión Vol. 7 "Galileo. Por el copernicanismo y por la iglesia"

FANTOLI, ANNIBALE, Galileo. Por el copernicanismo y por la iglesia, Verbo Divino, Estella 2011.

Quizá como pocos, este séptimo volumen de la Colección Teología y Ciencias ha sido largamente esperado en España —y el mundo hispánico en general— y cuidado en su edición española por monseñor Melchor Sánchez de Toca, subsecretario del Consejo Pontificio de la Cultura y por el profesor Manuel G. Doncel y su equipo. Por primera vez, además, la Colección introduce un estudio histórico monográfico, y no los habituales estudios teórico-sistemáticos. Por ello, el mundo hispano está de enhorabuena por poder contar con la traducción castellana de la famosa obra de Annibale Fantoli. En primer lugar, será necesario insistir en la competencia del autor para acometer la tarea ingente de estudiar el caso Galileo durante la mayor parte de su vida. Este anciano ya de 88 años ha dedicado sus mayores esfuerzos intelectuales desde hace más de cuarenta años a Galileo, siendo además un intelectual especialmente capacitado para ello: es licenciado en matemáticas y física y doctor en astronomía, filosofía y teología. Precisamente, para evaluar con justeza y profundidad un caso como el de Galileo, son esas precisamente las armas teóricas necesarias. En todo caso, la edición actual es la traducción de la tercera edición italiana de esta obra (2010), que a lo largo de veinte años ha sufrido mejoras, correcciones y ampliaciones. El título del libro es también significativo, puesto que con él Fantoli quiere dejar expresamente afirmado que Galileo se encontró, en realidad, en una encrucijada: ciertamente la vocación intelectual galileana le llevó a defender con firmeza las tesis copernicanas no sólo como mera hipótesis matemática sino como una concepción del funcionamiento real del cosmos. Pero, a la vez, no dejó sinceramente de creer y defender que el copernicanismo debería de ser asumido por la Iglesia, siendo compatible con las Escrituras, y que se construyera una filosofía natural más real, abandonando el aristotelismo y el sistema tolemaico. Fantoli se esfuerza a lo largo de las más de 500 páginas de esta obra en desarrollar paso a paso todos los vericuetos del caso Galileo (no es, por lo tanto, una biografía completa de Galileo, sino un intento de reconstrucción histórica del antes, durante y después del proceso galileano). Hay que advertir, no obstante, que esta obra no es meramente divulgativa, sino que realmente es un trabajo historiográfico técnico y especializado (sobre todo las abundantes y largas notas a pié están dirigidas a discutir aquellas cuestiones más debatibles entre los especialistas). Aunque la ágil pluma de Fantoli describa con sencillez y soltura el complejo entramado histórico de los hechos, no puede obviarse que este libro requiere ciertos conocimientos, aunque sean rudimentarios, en filosofía, teología y ciencias. La estructura del libro es, por lo tanto, netamente cronológica: siete capítulos más una introducción larga, junto con la amplia bibliografía que, como viene siendo habitual en las ediciones españolas dirigidas por el profesor Doncel, está castellanizada por el cuidado de su colaborador Xavier Losantos, para facilitar posteriores ampliaciones a los lectores hispanos. Antes de explicar brevemente el contenido de cada capítulo para hacer una idea al lector, se me hace obligado reconocer que la lectura de este libro es intelectual y humanamente apasionante.

Introducción. De la visión el mundo tradicional a la teoría copernicana. En la larga introducción Fantoli hace un recorrido más propiamente filosófico y cosmológico a través de la visión del mundo global dominante cuando Galileo entra en la escena científica de su tiempo: hace primero una exposición de los rasgos básicos de la filosofía del mundo aristotélica y la astronomía tolemaica y, posteriormente, la síntesis escolástica que las asume dentro de la Iglesia. A continuación explica con gran capacidad de síntesis lo que podríamos llamar el caso Copérnico, con la introducción de su sistema y las reacciones de los teólogos y de los astrónomos, cuyo máximo exponente sería Tycho Brahe. Finalmente, presenta la figura del cosmólogo infinitista y dominico condenado a la hoguera, Giordano Bruno que se encuentra en el período intermedio entre la muerte de Copérnico y la actividad de Galileo. Con esta introducción el lector se encuentra ya en mejores condiciones de comprender el contexto científico y filosófico en el que se inserta todo la actividad intelectual de Galileo y el proceso contra él.

Capítulo 1. Galileo entra en escena: desde el nacimiento al período de Padua. En este capítulo Fantoli nos va introduciendo en un joven Galileo que, aunque inicialmente por influencia de su padre había comenzado sus estudios de medicina en Pisa, acabó siendo fascinado por la matemática a través de Euclides y Arquímedes, abandonando la medicina y trasladándose a Florencia para estudiar matemáticas, mecánica y filosofía natural. Aquí ya se estrena con una serie de demostraciones y se iniciará su relación (siempre ambigua y polémica: de hecho Fantoli hace hincapié en mostrar que los jesuitas no fueron los perpetradores de la condena de Galileo) con los prestigiosos matemáticos jesuitas del Colegio Romano. Al término de sus estudios y tras varios intentos en diversas universidades, acabará en la Universidad de Pisa como profesor de matemáticas, aunque su orientación viraba más hacia la filosofía natural que a la matemática pura. Será en estos años cuando lea a Copérnico y comience a convencerse de la superioridad de su sistema frente al aristotélico-tolemaico, aunque aún no estaba en condiciones de encontrar pruebas experimentales a favor de Copérnico. Esta cuestión es importante, puesto que Fantoli insiste en que Galileo nunca aceptó sistemas cosmológicos que tuvieran pretensiones meramente matemáticas, sin contenido real. Posteriormente, contando con 28 años Galileo consigue la plaza de la Universidad de Padua, de mayor prestigio y salario, y con un mejor ambiente de libertad y tolerancia intelectual. En estos primeros años las mareas y la nova de 1604 fueron para Galileo dos posibles pruebas experimentales del copernicanismo. También durante estos años Galileo desarrolló lecciones privadas y comenzó también a mostrar un interés por desarrollos técnicos y a gestarse amistades de cierta importancia, especialmente política.

Capítulo 2. Los descubrimientos astronómicos con el anteojo. Inicio y desarrollo de las polémicas. Fantoli presenta el año 1609 como inicio de este capítulo, porque en esa fecha sucederán dos acontecimientos claves en la historia de la astronomía: la publicación de la Astronomia Nova de Kepler (hacia quien Galileo también mostrará una actitud ciertamente injusta) y las observaciones astronómicas galileanas con el anteojo. Los resultados que Galileo iba obteniendo le llevaron a publicar el Sidereus Nuncius (1610), un breve texto que contenía tres grandes hallazgos: (i) La superficie lunar era desigual, escabrosa y semejante a la superficie terrestre; (ii) la Vía Láctea era un vasto número de estrellas que no habían sido visibles a simple vista; y (iii) había cuatro planetas que giraban en torno a Júpiter. Especialmente los puntos primero y tercero suponían un ataque frontal a la concepción aristotélico-tolemaica. Las reacciones negativas y positivas comenzaron a aflorar, al tiempo que Galileo dejaba Padua y se volvía a Pisa, con un puesto junto al Gran Duque de Toscana, que le permitiría poder dedicar mayor tiempo a la investigación y menos a la docencia. Las críticas al Sidereus Nuncius comienzan a pasar del plano científico al teológico, y las polémicas bíblicas literalistas a aflorar con fuerza. Galileo viaja a Roma en 1611, donde a pesar de las claras preocupaciones de las autoridades de la Iglesia, incluido el cardenal Belarmino por las nuevas doctrinas copernicanas, Galileo encontró apoyo y calor de muchas personas, lo cual quizá, a juicio de Fantoli, hizo que sobrevalorara este apoyo como un silenciamiento de sus oponentes. Nada más alejado de la realidad: comenzaba a gestarse la Liga antigalileana y la polémica con el jesuita Scheiner sobre la prioridad del descubrimiento de las manchas solares. La publicación en 1613 de Istoria e dimostrazioni intorno alle macchie solari (que reunía tres cartas de Galileo a Welser) comenzaba a plantear que las manchas solares y las fases de Venus eran una prueba contra el sistema aristotélico y una cada vez más clara apuesta por Copérnico.

Capítulo 3. El epílogo de la polémica bíblica: la inclusión del De Revolutionibus en el Índice. En este capítulo se desarrolla con detalle uno de los acontecimientos que serán un punto de inflexión importante el caso Galileo, puesto que el movimiento de la Tierra y el reposo del Sol son censurados como contrarios a la filosofía escolástica y a ciertos pasajes de la Biblia y, con ello, se comenzaban a situar trabas «oficiales» a las investigaciones galileanas sobre el sistema copernicano. De hecho, Fantoli señala que el tiempo que dedicará a la investigación pura irá disminuyendo, precisamente porque se verá absorbido por las innumerables disputas, no sólo las académicas, sino también con las autoridades eclesiásticas. En realidad, los argumentos teológico-bíblicos contra el copernicanismo y las opiniones de Galileo irán cobrando cada vez mayor peso en estas polémicas. Nuestro autor incluso en su Carta a Castelli y más adelante en la Carta a Cristina de Lorena comenzaba a involucrarse en el jardín teológico, proponiendo sus interpretaciones sobre los pasajes de la Biblia que parecían contradecir el sistema copernicano, así como desarrollando una forma concreta de comprender las relaciones entre cuestiones científicas y Biblia. También de esta época es el escrito del carmelita Antonio Foscarini a favor del copernicanismo, que contó con la desaprobación firme de Belarmino. Además, el dominico Caccini acusa a Galileo ante el Santo Oficio por varios motivos, aunque sólo prosperaría el de sus convicciones copernicanas. Esta situación le conduce de nuevo a Roma para ser investigado en el proceso iniciado en 1615. Finalmente, de esta segunda comparecencia en Roma saldrán dos grandes hechos en 1616: (i) el Santo Oficio decreta la inclusión del De Revolutionibus de Copérnico en el Índice de libros prohibidos «mientras sea corregido», en el sentido de que fuera presentado simplemente como «ex suppositione», es decir, como mera hipótesis matemática y no como una afirmación absoluta sobre la realidad del mundo; en tanto que la obra de Foscarini fue totalmente prohibida; y (ii) aunque Galileo salía exculpado, y a pesar de la complejidad de los hechos a tenor de las disputas entre los especialistas acerca de la autenticidad de alguno de los documentos del proceso, lo cierto es que a Galileo en una entrevista con el cardenal Belarmino se le ordenó que dejara de mantener las opiniones copernicanas en sentido absoluto aunque podía mantenerlas «ex suppositione», como hipótesis matemática. Precisamente, esta distinción es clave para entender todo el proceso contra Galileo, que en realidad giró en torno a un problema epistemológico, puesto que en aquella época no existían las ciencias experimentales como las conocemos ahora, como pruebas empíricas que confirmen o refuten modelos y teorías, sino que los argumentos era siempre de tipo filosófico (de ahí que Galileo quiso ser considerado filósofo y no simplemente matemático). Por ello, no era concebible la posibilidad de que en el futuro se pudieran aportar pruebas filosóficas a favor del sistema copernicano, de ahí que Belarmino se mantuviese siempre dentro de la concepción epistemológica de su época: o hipótesis puramente matemáticas que no colisionaban con las Escrituras o afirmaciones filosóficas que proponían un contenido real de interpretación del mundo y que, por ello, no podían estar en contra de la doctrina bíblica. Aún así, el propio Fantoli insiste en que ello no justifica la precipitada y autoritaria condena eclesiástica al copernicanismo, a través de una defensa dogmática del sistema aristotélico-tolemaico y bíblico. En cualquier caso, a pesar del buen trato que recibió Galileo durante este «primer proceso», Fantoli no duda en calificar de «abuso de poder», doctrinal y disciplinar, el “precepto” impuesto a Galileo de no mantener el copernicanismo en sentido absoluto, precepto que tendrá repercusiones directas en su condena final de 1633.

Capítulo 4. La controversia sobre los cometas e Il Saggiatore. Maffeo Barberini elegido Papa. En este capítulo, Fantoli se centra en la lucha en el nivel puramente bibliográfico e intelectual acerca de la interpretación de los tres cometas visibles en 1618, especialmente con el jesuita Orazio Grassi, con el que se produjo una verdadera batalla dialéctica. Sin embargo, en estos años Galileo guarda silencio prudentemente, esperando que llegasen tiempos mejores para su lucha a favor del copernicanismo: y parecía, de hecho, que ese momento propicio llegaba cuando en 1621 muere Paulo V y Belarmino, y su amigo —que además le profesaba cierta admiración— el cardenal Maffeo Barberini es elegido Papa, bajo el nombre de Urbano VIII. Parecía que Galileo tenía todo a su favor, pero en realidad calculó mal su prudencia táctica.

Capítulo 5. La reanudación del programa copernicano. El Diálogo sale a la luz. Urbano VIII había elegido como hombres de confianza a dos buenos amigos de Galileo: Cesarini y Ciampoli. Todos estos movimientos hicieron que Galileo se sintiera fuerte para reiniciar de nuevo su campaña a favor del copernicanismo, y de hecho realizó un nuevo viaje a Roma. Allí toma conciencia de que el nuevo Papa no es tan favorable cómo el suponía al sistema copernicano, aunque las constantes muestras de aprecio de Urbano VIII le mantuvieron en la esperanza de mayores posibilidades que con el Papa anterior. Así, pues, en estos años Galileo mantiene una actividad escrita intensa: la Carta a Ingoli, el Discurso sobre el flujo y reflujo del mar (Galileo siempre creyó que el fenómeno de las mareas era una prueba del movimiento de la tierra). Este último se transformará en la publicación del Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, que Urbano VIII aceptaba con una serie de condiciones (entre ellas de nuevo, que se mantuviese «ex suppositione», como hipótesis matemática) las cuales en realidad no fueron del todo satisfechas, aunque él no lo supo inicialmente. Escrito en forma de un diálogo en tres jornadas, se exponen en él los argumentos a favor del sistema copernicano, ridiculizando la postura aristotélico-tolemaica, aunque Galileo intentará escudarse en que simplemente se mostraban las dos alternativas, pero la tendencia copernicana era muy clara. Además, otra de las exigencias de Urbano VIII era incluir el argumento teológico de que los hombres de ciencia no podían tener la pretensión de llegar a conclusiones ciertas sobre la constitución del mundo, pues eso sería limitar el poder de Dios para crearlo de diversas maneras con las mismas apariencias.

Capítulo 6. Se desata la tormenta. Proceso y condena de Galileo. Fantoli se extiende en este capítulo decisivo del que aquí sólo podemos entresacar algunas ideas generales: (i) el Diálogo, publicado en Florencia, comienza a difundirse rápidamente por toda Europa y llega también a Roma, donde se inician las primeras reacciones en contra; (ii) una de estas copias recae en el propio Urbano VIII que se entera del contenido real del libro y es consciente de que su argumento teológico está en boca del personaje ridiculizado por Galileo, Simplicio; (iii) el ambiente político de aquel momento era poco propicio para los intereses vaticanos, aparte de las luchas con los protestantes, y Urbano VIII estaba sometido a críticas que provenían, incluso, de algunas facciones dentro de Roma. De algún modo, esta difícil situación hizo que el Papa se fuera radicalizando en su celo doctrinal, cambiando su anterior actitud positiva hacia Galileo; (iv) Urbano VIII constituye una comisión de investigación en torno al Diálogo y Galileo, y se descubren los documentos del Santo Oficio de 1616 en los que se le había impuesto el “precepto” de no mantener la opinión copernicana en sentido absoluto, no meramente como hipótesis matemática; se le acusa de haberse callado este precepto cuando consiguió fraudulentamente el permiso de publicación del Diálogo; (v) Roma convoca de nuevo a Galileo a comparecer en el Santo Oficio, a pesar de la insistencia en que ya era un anciano y estaba aquejado de problemas de salud; (vi) finalmente, tras la insistencia de las autoridades del Santo Oficio, Galileo se ve obligado a viajar a Roma, donde se inicia el proceso; (vii) Galileo busca varias estrategias de defensa ante las acusaciones (negando que él defendiera el sistema copernicano en un sentido real y no meramente matemático) y se intenta, a través del cardenal Maculano, una solución rápida buscando una confesión de Galileo que pusiera fin al proceso; (viii) finalmente, el Santo Oficio condena a Galileo y su obra y le fuerza a una abjuración por «vehemente sospecha de herejía». Galileo moriría casi ciego en arresto domiciliario, con pequeños permisos para asistir a misa. No obstante, será en estos últimos años en los que, gracias a sus trabajos de cinemática, Galileo comenzaba realmente a fundar una «ciencia experimental» que abrirá paso al desarrollo progresivo del sistema copernicano. Fantoli termina el capítulo haciendo unas importantes reflexiones sobre el proceso galileano y el autoritarismo miope de la Iglesia.

Capítulo 7. La «cuestión galileana» desde el fin del proceso hasta nuestros días. Finalmente Fantoli en este capítulo hace un recorrido breve sobre lo que el caso galileano ha supuesto para la historia posterior. Fantoli, que a lo largo de la obra se mantuvo siempre en un rigor científico e histórico necesario, ahora analiza con severidad la actitud de la Iglesia, su forma de actuación y la intolerante y cerrada actitud de las autoridades eclesiásticas. No puede olvidarse que no será hasta la edición del Índice de libros prohibidos de 1835 cuando desaparecerán las obras de Copérnico, Galileo y Kepler. También hace un iluminador recorrido sobre el inicio y calidad de los primeros estudios sobre el caso Galileo y las posturas de la Iglesia católica, especialmente desde la rehabilitación fomentada por Juan Pablo II.

En definitiva, esta obra de Fantoli no sólo es uno de los estudios más importantes y completos desde el punto de vista histórico del caso Galileo, sino que ejemplifica a la perfección el sufrimiento y el daño que las posturas intransigentes pueden causan a las personas, a la ciencia y al pensamiento en general. Por ello el propio autor nos dice: «Este caso permanece y debe permanecer “abierto”, como una severa lección de humildad para la Iglesia, a todos sus niveles, y como advertencia, no menos rigurosa, para no repetir ni en el presente ni en el futuro errores similares a los que fueron la causa de la gravosa herencia de la cuestión galileana» (p. 511).

 

Jesús Romero Moñivas

Universidad Complutense de Madrid

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Publicado en Actualidad bibliográfica de filosofía y teología 97 (2012), pp 27-31